lunes, octubre 03, 2005

Las flores del argelino

Es domingo por la mañana, las diez, en el cruce de las calles Jacob y Bonaparte, en el barrio de Saint-Germain-des-Prés, hace diez días. Un joven que viene del mercado de Buci avanza hacia este cruce . Tiene veinte años, viste muy miserablemente, y empuja una carretilla llena de flores: es un joven argelino, que vende flores a escondidas, como vive. Avanza hacia el cruce Jacob-Bonaparte, menos vigilado que el mercado, y se detiene allí, aunque bastante inquieto.
Tiene razón. No hace aún diez minutos que está allí -no ha tenido tiempo de vender un solo ramo- cuando dos señores "de civil" se le acercan. Vienen de la calle Bonaparte. Van a la caza. Nariz al viento, husmeando el aire de este hermoso domingo soleado, prometedor de irregularidades. Van directo hacia su presa.
¿Papeles?
No tiene papeles de autorización para entregarse al comercio de las flores.
Así, pues, uno de los dos señores se acerca a la carretilla, desliza debajo su puño cerrado y -¡eh!, ¡qué fuerte es!- de un solo puñetazo vuelca todo el contenido. El cruce se inunda de las primeras flores de la primavera (argelina).
Ni Eisenstein ni nadie está ahí, para captar la imagen de las flores por el suelo, que mira el joven argelino de veinte años, escoltado a uno y otro lado por los representantes del orden francés. Los primeros coches que transitan por allí, y esto no puede impedirse, evitan destrozar las flores, esquivándolas instintivamente mediante un rodeo.
Nadie en la calle, excepto, sí , una mujer, una sola:
- ¡Bravo!, señores -exclama-. Ven ustedes, si se hiciera eso cada vez, nos libraríamos pronto de esta chusma. ¡Bravo!
Pero viene del mercado otra mujer, que iba tras ella. Mira, tanto las flores como al joven criminal que las vendía, y a la mujer jubilada, y a los dos señores. Y sin decir una palabra, se inclina, recoge unas flores, se acerca al joven argelino y le paga. Después de ella, llega otra mujer, recoge y paga. Después de ésta, llegan otras cuatro mujeres, se inclinan, recogen y pagan. Quince mujeres. Siempre en silencio. Aquellos señores patalean. Pero, ¿qué hacer? Esas flores están en venta y no se puede impedir que se quiera comprarlas.
Apenas han pasado diez minutos. No queda ni una sola flor por el suelo.
Después de esto, los citados señores pudieron llevarse al joven argelino al puesto de policia.
(Marguerite Duras Outside)

sábado, octubre 01, 2005

Exiles


My home...was a place by the sand
Cliffs...and a military band
Blew an air of normality.

(King Crimson)

Con la frente marchita

Aquellas banderas
de la patria de la primavera,
a decirme que existe el olvido,

esta noche han venido.
Te sentaba tan bien,

esa boina calada al estilo del Che...
Buenos Aires es como contabas,

hoy fui a pasear,
y al llegar

a la Plaza de Mayo me dio por llorar
y me puse a gritar:

"¿Dónde estás?"

Y no volví más
a tu puesto del Rastro a comprarte
corazones de miga de pan,

sombreritos de lata.
Y ya nadie me escribe diciendo:
"No consigo olvidarte,

ojalá que estuvieras conmigo
en el Río de La Plata"

(Joaquín Sabina)