A ella le debo, como le debo lo mejor de mis últimos años,
terminar solo este relato. Bien sé, Osita, que habrías hecho lo mismo si me
hubiera tocado precederte en la partida, y que tu mano escribe, junto con la
mía, estas últimas palabras en las que el dolor no es, no será nunca más fuerte
que la vida que me enseñaste a vivir, como acaso hemos llegado a mostrarlo en
esta aventura que toca aquí a su término pero que sigue, sigue en nuestro
dragón, sigue para siempre en nuestra autopista.
(Julio Cortázar. Los autonautas de la cosmopista )