Carpe diem, quam minimum credula postero.
No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a mí y a ti, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los acantilados.
Sé sabia y, mientras, filtra el vino
y olvídate del breve tiempo que queda
amparándote
en una larga esperanza.
Mientras estamos hablando
se escapa el tiempo envidioso:
aprovecha el día y de ninguna manera confíes en el incierto mañana.
(Horacio)
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